Este enclave se encuentra a 11 km de San Ildefonso. Para llegar a él desde San Ildefonso, hay que coger la carretera de Segovia y justo despues de pasar el Puente de Segovia (el puente sobre el pantano), hay que coger la carretera que sale a la izquierda, y seguirla hasta que termine.
A unos 9 kilometros se cruza con la N-603 (Segovia-San Rafael). La cruzamos y seguimos de frente. A partir de aquí lo único que hay que hacer es seguir las señales viales que nos llevaran hasta la entrada al parque.
Hay que pagar en la entrada del parque por cada coche que entre, y no está permitido parar el coche hasta el aparcamiento del Palacio ni dar de comer a los gamos.
La construcción del Palacio de Riofrío se debe a la iniciativa de Isabel de Farnesio, segunda esposa de Felipe V, quien reinando ya su hijastro, Fernado VI, y temiendo quedar privada del palacio y jardines de La Granja, en 1751 compró al Marqués de Paredes la dehesa y coto redondo de Riofrío, donde a partir del año siguiente hizo construir el Palacio del mismo nombre.
Esta finca era propiedad del Marqués de Paredes y empezó a ser alquilada por Felipe V y su segunda esposa Isabel de Farnesio como coto de caza. Fallecido el monarca en 1746 la reina viuda decidió comprarlo y edificar aquí un palacio por motivos diversos, desde la voluntad de tener un dominio del que fuese señora absoluta una vez separada de la Corte, hasta la intención de dotar a su hijo pequeño, don Luis, de una residencia campestre propia.
Aconsejó en ese asunto a la reina su secretario el marqués Annibale Scotti quien, aficionado a la arquitectura y poco satisfecho con el proyecto de Sachetti para el palacio real de Madrid, influyó para crear aquí una versión corregida y algo reducida de aquél. El arquitecto fue Vigilio Rabaglio, influido sin duda por el más destacado Bonavía y, desde luego, por Scotti. Las obras, iniciadas en 1751, quedaron terminadas en 1762, pero el acceso de Carlos III al trono de España hizo que su madre, Isabel de Farnesio, volviese a representar un papel destacado en la corte y no prestase más atención a este sitio ni lo llegase a habitar nunca. Quedó incorporado al Patrimonio de la Corona por Carlos III tras el fallecimiento de la reina viuda en 1766.
Por tanto el palacio solo sirvió como pabellón de caza en el siglo XVIII y XIX y solo residieron en él personas reales durante cortos períodos en la segunda mitad del XIX, especialmente el rey consorte don Francisco de Asís y Alfonso XII cuando enviudó, correspondiendo a estas épocas la decoración interior y el mobiliario.
En 1759, tras la muerte de Fernando VI, fue llamada a ejercer la regencia y su proyecto de hacer en Riofrío un «Sitio Real», fue relegado.
A pesar de sus grandes dimensiones, el Palacio de Riofrío se convierte únicamente en un pabellón de caza.
Salvo por la breve estancia de Alfonso XII en el verano de 1878, que elige este lugar para pasar el duelo por la muerte de su esposa María Mercedes, ha sido utilizado únicamente como lugar de estancia en algunas jornadas de caza.
Se construyó según proyecto de Virgilio Rabaglio en 1752, y de la decoración exterior se encargó Pedro Sexmini, lo que convierte en uno de los Palacios con mayor influencia italiana de toda la época. De estructura cuadrada, sus cuatro caras son color rosa y básicamente iguales.
A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los palacios españoles, el de Riofrío es austero, sobrio, alejado de las formas del barroco.
Sin embargo, en su interior nos encontramos con uno de los ejemplos más importantes de la arquitectura barroca de toda España, su escalera principal, que se compone a su vez de dos escaleras que arrancan de un vestíbulo en trayectorias opuestas, ofreciendo un precioso espectáculo.
Destaca la belleza de los prados que lo rodean, en los que podemos disfrutar de la compañía de ciervos y gamos.
Más información:
El museo de caza.
El Palacio de Riofrío alberga en la actualidad un Museo de Caza. De tener que existir en la actualidad un museo dedicado a esta ancestral actividad, éste será probablemente el lugar apropiado para ello, debido tanto a la gran afición de Isabel de Farnesio, impulsora de la construcción del palacio, y de su hijo el infante Don Luis, como por la gran cantidad de fauna venatoria que contiene el bosque que lo circunda.
Es un completo repaso a todo el proceso histórico de la caza, desde los tiempos primitivos hasta los modernos, y presenta multitud de animales fruto de una perfecta labor taxidermista.
Su decoración artística es desbordante: pinturas de los grandes maestros, como Velázquez, Rubens, Giusseppe Bonito, Toribio Álvarez…; tapicerías del siglo XVIII de la Real Fábrica de Santa Bárbara; esculturas, mobiliario y armas antiguas de incalculable valor histórico.