En estos días se cumplen los primeros cincuenta años de las actuales instalaciones fabriles de SGD La Granja; medio siglo de marcha ininterrumpida por el arduo camino de la fabricación industrial de un bien tan hermoso como antiguo, tan necesario como deslumbrante.
Desde aquel lejano mes de Octubre de 1957 en el que nos dispusimos a inaugurar la flamante fábrica con todas las autoridades locales y provinciales, hasta nuestros días, varias generaciones de hombres y mujeres han ido forjando nuestra historia, han ido levantando los cimientos de un proyecto común basado en la seriedad, el rigor y el buen hacer de todos cuantos formaron y forman parte de esta gran familia.
Los muros de nuestra fábrica han sido testigos de infinidad de anécdotas, de historias de compañerismo y amistad, pero también han sido espectadores de un sinfín de retos superados cuando los tiempos nos llevaron a aventurarnos en nuevos mercados o cuando los clientes nos demandaron formas o diseños imposibles que requerían un plus de esfuerzo e imaginación. Todos sabemos lo duro que fue en ocasiones dar un nuevo paso en nuestro acontecer, pocas fábricas han tenido una historia tan dinámica como la nuestra, tan llena de nuevos productos, de nuevas líneas de negocio.
Cuando la actual fábrica comenzaba su andadura ya habían transcurrido cuarenta años desde que la Compañía Saint-Gobain había adquirido la sociedad La Esperanza S.A. Hasta entonces habíamos pasado por la fabricación de los más diversos productos: fibra de vidrio, coquillas y paneles de lana de vidrio, aisladores telefónicos de los que aún vemos junto a algunas de nuestras carreteras secundarias y moldeados simples producidos con máquinas semiautomáticas con caña o cazo.
El arranque de la nueva fábrica supuso la puesta en marcha de la fabricación automática de moldeados y poco tiempo después, en 1959, nos iniciamos en la producción de aisladores suspendidos.
Eran años en los que los moldeados pasaron de simples bloques incoloros para superficies pisables, a formas más o menos complejas y de diferentes colores, fabricados de un modo semiautomático en un taller creado al efecto. De esa época son tejas de vidrio que se agujereaban a mano, los ceniceros y las bandejas que normalmente se usaban en las Universidades para depositar papeles y documentos.
Llegó 1975 y entonces se produjo la absorción de Vicasa; por primera vez pasamos a formar parte de una sociedad mayor con servicios centrales y con ello se incrementaron los intercambios de tecnología y personas.
Poco a poco nuestra sociedad se fue especializando en ciertos vidrios especiales y seis años más tarde se decidió que las máquinas del horno 1 empezasen a moldear frascos para perfumería y farmacia. De Azuqueca vinieron familias completas y algunas instalaciones, con el difícil reto de hacer de nuestra factoría la principal fabricante de frascos del país. No fue la única vez que se desplazaron grupos numerosos de trabajadores con sus familias, también vinieron de Gijón para los talleres de moldes. En ocasiones fue al revés y alguno de los nuestros partió con los suyos a Alcalá o Azuqueca cuando determinadas líneas de negocio se trasladaron a esas fábricas.
Definitivamente nuestra historia es un ejemplo de dinamismo y adaptación. Mientras otras fábricas de Vicasa se especializaban en la fabricación de grandes series de botellas, nosotros, empujados por unos clientes cada vez más innovadores y un mercado cada vez más exigente, nos vimos abocados a desafiar a la naturaleza propia del vidrio y a los medios entonces disponibles hasta llegar a hacer aquellos frascos de formas atrevidas y nuevos colores como los que de un modo recurrente creamos en aquellos años para Avon.
Y es que la innovación ha sido y es uno de los motores de nuestro éxito. Sin innovación no se concibe nuestra existencia, sin un espíritu de creación y una lucha permanente para vencer las dificultades de los caminos intransitados no hubiésemos sobrevivido.
No fueron menores los desafíos que tuvimos que afrontar en la fabricación de aisladores, con el obstáculo añadido de que en ese negocio, por ser tan singular en nuestro grupo, las ayudas recibidas fueron menores, lo que nos hizo cada vez más autodidactas. Así surgieron los primeros aisladores de polución o desérticos.
Duró 22 años nuestra pertenencia a Vicasa. En 1997 se decidió la filialización de nuestra sociedad convirtiéndola en Saint-Gobain La Granja. Una vez más nos quedábamos solos, pero fueron tan fructíferos los años pasados dentro de Vicasa que aún hoy, diez años más tarde, muchos de nosotros y de nuestros proveedores y clientes seguimos hablando de Vicasa al referirnos a nuestra fábrica.
No han faltado los retos en los últimos años: el cubo Reina Sofia, elegido por el equipo de Jean Nouvel para adornar el techo de este moderno museo de Madrid en su reciente proyecto de ampliación; nuevos colores, formas y acabados en los bloques de vidrio o el taller de decorado que hemos arrancado hace escasos meses para poder ofrecer a nuestros clientes un servicio completo de fabricación, lacado y serigrafia, son ejemplos de proyectos recientes acabados con éxito.
También hemos pasado momentos dificiles. Las calladas paredes de nuestra fábrica han vivido igualmente el dolor y la pérdida de alguno de los nuestros junto a su puesto de trabajo. Hubo asimismo quien nos dejó por ser víctima de un desgraciado accidente de tráfico o de alguna de las tristemente cotidianas enfermedades modernas del corazón. A todos ellos quiero también hoy dedicarles nuestro más cariñoso recuerdo.
Con luces y sombras, como toda historia real, con recuerdos todos ellos imborrables se forjó nuestra historia.
Así llegamos hasta este año de 2007, donde se produjo otro hecho remarcable: nuestra salida del grupo Saint-Gobain. Desde hace unos meses la actividad mundial de frascos, donde está comarcada nuestra sociedad, fue adquirida por los fondos de inversión Sagard y Cognetas creando con ello un nuevo grupo industrial llamado SGD, lo que nos ha convertido desde hace unos días en SGD La Granja.
Es, sin duda, un nuevo desafio en nuestro devenir, un desafío que debemos afrontar como todos los anteriores con decisión y entereza. Es momento de mirar hacia delante. Cada año más de cincuenta nuevas creaciones de frascos nos esperan, nuestro desembarco en la alta perfumería está por llegar, un taller de decorado cada vez más completo, nuevas formas de moldeados y aisladores cada vez más pesados y complejos…
En los casi cuatro años que llevo al rumbo de esta nave he podido comprobar que todos cuantos componen esta gran familia son algo más que meros trabajadores, que, en cierta medida, todos consideran a la fábrica como suya, participando de sus proyectos, aportando con su inquietud ideas y formas de mejora imposibles de imaginar si no hubiese en cada corazón un deseo de colaboración y en el fondo, un sentimiento de orgullo de ser parte de un equipo ganador de cuantas batallas hayan de librarse.
Han sido los primeros cincuenta años, nos esperan otros muchos cincuentenarios. Serán nuestros hijos o nuestros nietos quienes lo celebren llegado el caso. Todos nosotros hemos cumplido haciendo nuestra pequeña aportación a la supervivencia de esta empresa y debemos por ello sentirnos orgullosos.
A todos los que son y los que fueron nuestros colaboradores está dedicado este libro. A todos ellos, sin excepción, muchas gracias.
F. Manuel Hurtado Marjalizo
Director General
SGD La Granja